La Endogamia consiste en el emparejamiento de individuos con
un parentesco cercano, es decir, consanguíneos. Podemos considerar que dos
individuos son consanguíneos si tienen al menos un ancestro en común.
Obviamente todos los individuos de una población tienen cierto grado de
parentesco y por tanto son consanguíneos, es más, si miramos hacia atrás en la
historia evolutiva incluso de una especie, todos sus individuos están
emparentados. Estadísticamente, la población humana tiene muchos ancestros en
común, lo que significa que compartimos muchos
genes por descendencia. Si pensamos que cada uno de nosotros tiene dos
padres, cuatro abuelos, ocho bisabuelos , etc. , etc. O nos remontamos veinte generaciones atrás,
vemos que harían falta muchos más millones de personas que las que se sabe que
poblaron el planeta, para que ninguno de ellos tuviera parentesco. Como se sabe
que esto no es así, debemos admitir siempre un cierto grado de consanguinidad.
El problema de los emparejamientos consanguíneos en
poblaciones pequeñas o dentro de una misma familia consiste en la probabilidad
de heredar un mismo alelo por descendencia, es decir, que lo heredemos por dos vías, paterna y materna, desde el
ancestro común. Aumentará por tanto el
número de individuos homocigotos para un locus con alelos idénticos, al
proceder estos del mismo ancestro. La consanguinidad lleva a un descenso rápido
de los heterocigotos en la población, alejándola del equilibrio de Hardy-Weinberg.
La endogamia no cambia las frecuencias alélicas pero sí las proporciones
genotípicas, aumentando por igual ambos tipos de homocigotos en detrimento de
los heterocigotos, lo que conlleva a un descenso de la variabilidad genética de
la población.
En el caso de poblaciones aisladas geográficamente, o en el
caso de comunidades que se reproducen entre ellas por razones socioculturales,
la probabilidad de heredar genes deletéreos o que conlleven enfermedades
aumenta notablemente. Cuanto más cercano sea el parentesco, mayor probabilidad
de heredar esos genes por doble vía, y por tanto mayor incidencia de la
enfermedad en la población.
El aumento de homocigotos recesivos en la población
asociados a enfermedades o genes deletéreos conlleva un descenso de la eficacia
biológica de los individuos, aumentando la mortalidad neonatal, infantil y
juvenil con respecto a poblaciones donde los cruzamientos son al azar.
En la imagen, Juana I de Castilla, tristemente conocida como Juana La Loca, y que perteneció a una familia real donde los matrimonios entre primos y tío-sobrina, eran muy frecuentes.

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